No se sabe muy bien cuál es el origen de la bola de cristal como método adivinatorio, lo que sí se sabe es que se conoce desde el siglo sobre todo entre los europeos y los celtas. La técnica de adivinación en la bola de cristal era muy extendida y común en esa época, de la misma forma que lo era la adivinación en otro tipo de superficies reflectantes (como agua, cristal o metal pulido), utilizadas por mayas, aztecas y otras tribus aborígenes. Los Griegos utilizaban el agua para adivinar el porvenir e incluso Nostradamus en sus profecías usó los reflejos de agua de un cuenco colocado sobre un trípode de latón.
De todas estas posibilidades de superficies reflectantes, la más conocida y usada en la actualidad es la de la bola de cristal. La adivinación mediante la bola de cristal es diferente de la concebida mediante las cartas del tarot y requiere mucha más práctica y dedicación. En la bola de cristal las visiones se tienen como imágenes mentales, sin el uso de símbolos de refuerzo como en las cartas del tarot. Aunque las bolas más recomendables son das de cristal de roca, es muy difícil encontrar una bola de estas características, por lo que se suele acabar usando bolas de cristal macizo o hechas con berilio o cuarzo.
Para que la bola de cristal sea perfecta para la adivinación, no debe tener ningún defecto ni mancha, además debe tener más de 10 cm. de diámetro. Para hacer la lectura del futuro con una bola de cristal, será necesario realizarla en una habitación con luz suave, cogiendo la bola con la mano, envuelta con seda o terciopelo oscuro. Sólo debe quedar a nuestra vista la superficie que se necesite para poder mirarla. La concentración también es un elemento imprescindible para poder ver las imágenes sobre el futuro que devuelve este artilugio adivinatorio.