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La cuenca de Tarim, en el impenetrable desierto de Taklamakan en China es aun uno de esos lugares sin descubrir, con infinidad de enigmas sin resolver. Cientos de exploradores a lo largo de todos los años lo han intentado y por una cosa o por otra han fracasado en la exploración de toda esta tierra.
Esta zona es la parte de China que limita con Kazajistán, Kirguistan y Pakistan. Su propio nombre lo indica, “Taklamakan” significa si entras no podrás salir, y es hoy en día cuando aún se encuentran todo tipo de restos tanto de personas como de animales que se atrevieron a entrar al desierto y fracasaron en el trayecto.
El desierto oculta aun miles de secretos, enigmas, oculta ciudades milenarias sepultadas bajo las arenas de su inmensidad. En el siglo XIX y principios del XX era un auténtico “caramelo” para los exploradores y aventureros dispuestos a cartografiar toda esta zona inhóspita. Steven Hedin fue un explorador sueco, uno de los primeros en acudir al Taklamakan y en cartografiar toda su geografía con una exactitud increíble.
Exploradores y busca tesoros de todo el planeta se han reunido en esta zona durante años para realizar auténticos saqueos. Siempre con la escusa de estar buscando tesoros arqueológicos han desmantelado todas las zonas que bordean el desierto, zonas que pertenecían en la antigüedad a la ruta de la ceda.
Uno de los hallazgos más espectacular de todos fue el de una persona de raza blanca, Tarim Basin, encontrada en la arena del desierto, con una antigüedad aun mayor a la de las momias de Egipto. El hecho de que se hayan conservado en muy buen estado es porque la arena del Taklamakan es salina.
